Séptimo de nueve hermanos, vivió hasta los 14 años en Villargordo, donde él mismo declaró que sus primeros dibujos los realizó directamente sobre las paredes encaladas de su pueblo natal. Estudió en Jaén, por entonces en una Escuela de Artes y Oficios establecida en el Convento de Carmelitas Descalzas. En 1950 a su regreso de una estancia formativa en Madrid, en la Carrera de Jesús junto al mismo convento, instalará su estudio. Tuvo un segundo estudio-residencia en Segura de la Sierra, cuyos paisajes centraron algunas de sus series de dibujos.
De personalidad reservada, llegó a declarar: «me encanta la soledad. No me casé porque tengo auténtica vocación de soltero. Yo solo puedo vivir para la pintura, que lo es todo para mí». Esa personalidad se traslada al aire romanticista de algunas de sus obras, cuyo soporte, los cuadernos de dibujo, declaró que eran herencia de su primera y a la vez más complicada etapa de producción, en una España sumida en la crisis económica y social de los años 50 del siglo XX: «eran tiempos duros. Me iba por los pueblos montado en una moto y dibujaba todo aquello que yo consideraba que merecía la pena. Dibujaba, entre otras cosas, porque aparte de la vocación, los lápices y los cuadernos me resultaban más baratos que los colores y los lienzos».