Primogénito de una familia belga de siete hermanos, se trasladaron en 1835 a Málaga donde el padre regentó un comercio textil. Interesado en el dibujo, en 1850 retorna a su país natal para aprender de los grandes maestros del paisaje guiado por el que sería su mentor, Joseph Quinaux.
Tras cinco años de aprendizaje volvió a España, donde pronto es reconocido por la crítica. En 1857 ganó las oposiciones de la plaza de profesor titular de la cátedra de paisaje de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, a la que accedió presentando su obra «Paisaje de la ribera del Manzanares».
Establecido definitivamente en Madrid, su doble faceta como profesor y pintor influyó de manera notoria en toda una generación de paisajistas, entre ellos Aureliano de Beruete, Agustín Riancho, Tomás Campuzano y Darío de Regoyos. En 1860 ingresó como académico en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con el discurso «De la pintura de paisaje antigua y moderna».